Y llegó el gran día gran, el día en donde Chile saca la voz para elegir a su representante durante los próximos cuatro años (ayyyy… que me salió lindo eso… ) aun que para otros debería decir: el día en que Chile se asa de calor y asiste con cara larga a votar por el “pastel” menos malo para que no se lo lleven “precioso”.
Como sea, el punto es que por lo menos para mí es un día especial. Sip, porque hoy fue mi primera vez… nooo, no se imagine cosas raras cuye lector, hoy fue la primera vez que ejercí mi derecho a voto.
Eran eso de las 11 de la mañana cuando me dirigí al colegio Santa María de Maipú. La calle estaba plagada de propaganda electoral fuera de plazo, todos de diputados. Una señora con cara “fotoshopeada”, un señor de nombre Pepe (?) (¿de verdad se llama así?), un ex alcalde con sonrisa de duende y un actor que ahora se las da de político, adornaban (?) las calurosas calles de Maipú.
Llegué al lugar de los hechos y una fila eterna, llena de viejas “asoroshadas”, me esperaba para ingresar al colegio, “si la fila es así pa’ entrar ¡cómo será en las mesas!” pensé.
Esperaba que las viejas se agarraran a combos o alguna custión… para amenizar la espera digo yo… pero la máxima acción fue un par de jovenzuelas que tras mío comentaban: “¿supiste lo de la pame olle?” “si, que se separó y ahora está con un hippiento” “siiiii, y hace dos meses que se agarran a combos”… suuuuuper paz y amor el tipo.
Luego de unos 20 minutos y varios comentarios de unas señoras milicas que decían que el colegio estaba colapsado, logré entrar. Me dirigí con mi señora madre a la mesa 30. La última mesa. Miraba las otras y veía filas que me hacían pensar que por lo menos estaría ahí dos horas.
Llegué al patio del colegio y un milico que nos vio con cara de extraviadas se acercó a preguntarnos si necesitábamos algo. Eso fue lo mejor de la espera. Alabado sea al que se le ocurrió poner militares en los lugares de votación. Un guapo joven, moreno y de ojos verdes nos indicaba dónde dirigirnos y nos decía que era la mesa más vacía.
Efectivamente, en mi mesa había no más de seis personas. Claro, si la mesa 30 es la de todas las que dejamos el trámite de la inscripción para última hora, por lo tanto son las que votan también a última hora. ¡viva la irresponzbilidad!
Llegó mi turno. Entregué mi carnet, firmé y me pasaron los papelitos. Inofensivos a simple vista, pero son los que deciden el futuro de un país. Entré al cosito este con la cortina (¿cómo se llama esta cosa?) y observé la papeleta presidencial. En un rápido “ene tene tú” y una profunda reflexión de cinco segundos, marqué mi opción (me dio un poco la inseguridad, pero todo sea porque no salga el caballero ese. Además igual me gusta mi opción), langüetié la estampilla y sellé mi voto (eso lo encontré antihigiénico ¿porqué langüetear la estampilla? ¿y si tienes la porcina? ¿el vocal se aporcina no más?). Luego miré la papeleta de diputados. Busqué el nombre del diputado con cara de niño lindo y que nos dio $500 cuando nos “cachorrearon” y marqué mi opción. Salí tranquila y entusiasmada de haber podido ejercer mi derecho.
Ahora tengo mi dedito manchado (si, aún. ¡Esta cosa no sale ni con cloro!) y estoy mirando desesperanzada el conteo de votos. Muero de calor, así que la columna me quedó media fomeque. Además mi mamá está diciendo: “¡pero pa’ qué nos vamos a ir a asolear de nuevo! ¡si igual va a ganar Piñera! ¡habrá que resignarse no más!”. Así que no tengo mucho ánimo que digamos.
(VIDEO ANTERIOR ELIMINADO)
Los dejo con otro video, ya que mi compañero CuyeNight se sintió pasado a llevar porque puse el video de su amorsh...el gatito con el teclado. Lo siento, no era mi intención meterme en su relación cuye-gatito.
Asi que aquí les va uno que igual está chistoso y se ríe de Sebastián Piraña ... ¡Disfrútenlo!
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